Estudios psicológicos han demostrado que desde muy pequeños, nuestros comportamientos pueden dar indicios importantes sobre nuestro desarrollo posterior. Uno de estos estudios fue el llevado a cabo por el psicólogo Walter Mischel en la Universidad de Stanford, Estados Unidos, en los años 60 y 70, con el objetivo de investigar el desarrollo del autocontrol y el refuerzo demorado en niños: la capacidad de esperar para obtener algo que quieren. La metodología consistió en ofrecer a un grupo de niños de 4 a 6 años un alimento grato para los mismos, como una galleta Oreo o una nube, y dos opciones: comerse lo ofrecido directamente o si esperaban un cuarto de hora, tendrían el doble (por ejemplo dos galletas Oreo).

Dicho grupo de niños, tuvo un seguimiento durante catorce años en diferentes etapas vitales. En la etapa de la adolescencia, tras diez años del experimento, se encontró que los niños que habían esperado (mostrando así un autocontrol más elevado), eran más competentes a nivel emocional, social y académico, respecto a los compañeros que no pudieron resistirse a la tentación. Por otra parte, en la etapa adulta se encontró en el grupo más impulsivo (quienes no pudieron esperar) aspectos como baja autoestima y poca tolerancia a la frustración, desencadenando actos delictivos, problemas legales y dificultades académicas.

¿Qué es el autocontrol y cómo incide en el desarrollo infantil?

 

 

Es importante resaltar que el autocontrol no es coartar la curiosidad ni la creatividad, ni mucho menos la espontaneidad, es mas bien organizar nuestras emociones a nivel cognitivo y regular nuestro comportamiento hacia un objetivo, de acuerdo a las prioridades personales que habitualmente están mediadas por las emociones. El sano desarrollo del autocontrol se vale justamente de la motivación, la imaginación y la creatividad y no de las restricciones.

Los hallazgos del estudio en Stanford, indican que el desarrollo del autocontrol desde la niñez temprana, es un aspecto muy importante que favorece el desarrollo de la inteligencia emocional, las habilidades sociales y el desempeño académico.

En cuanto a la inteligencia emocional, aprender a regular las propias emociones a las que nos enfrentamos cotidianamente como la frustración, el estrés, la ansiedad, permite obtener gratificaciones personales importantes como puede ser “dos nubes”, afecto, juego; etc. Es decir, aumenta la motivación. Respecto a las habilidades sociales, el autocontrol permite regular el trato con los demás en aspectos como expresar ideas y emociones (desacuerdo, enfado, alegría, etc.), resolver problemas (saber escuchar, detenerse a pensar, ver todas las alternativas, tomar decisiones) y disminuir las conductas impulsivas que nos llevan algunas veces a “actuar sin pensar”. Finalmente, en relación al desempeño académico, el autocontrol facilita los procesos de atención, memoria, planificación y análisis, indispensables para el aprendizaje.

¿Cómo mejorar el autocontrol en los niños?

Nunca es tarde para enseñar autocontrol a nuestros hijos, pero claro está, empezando desde muy pequeños es más fácil lograrlo. La buena noticia es que si nos lo proponemos y somos constantes, podremos lograrlo ya que los niños nos lo ponen en bandeja siendo muy intensos en sus peticiones: “quieren esto, quieren lo otro, lo quieren ya”. Ante esas peticiones podemos aplicar las siguientes estrategias:

1. El ejemplo

La mejor manera en la que aprenden los niños es a través de lo que ven. Si les enseñamos con nuestro ejemplo a como tener autocontrol en situaciones cotidianas, seguro que lo irán aprendiendo. Por ejemplo: si esperamos en una heladería, en vez de mostrar una actitud desesperada, podemos decir: “Vale, mientras tanto podemos pensar en dónde iremos luego, o buscar las formas geométricas en el sitio, o cuántos colores tienen los helados, imaginar de qué están hechos etc.”.

2. Tener en cuenta la edad 

Es importante tener en cuenta que el autocontrol se va desarrollando a medida que avanza la edad, así el tiempo de espera de gratificación de un niño de 3 o 4 años es menor que el de uno de 6 o 7 años, lo cual es parte del desarrollo natural; se espera por ejemplo que un niño de 3 años pueda esperar tres minutos antes de ir al parque. No hay que forzar ni esperar comportamientos que no corresponden a cada edad.

3. Expectativas claras y realistas

No se trata de decir a nuestros hijos, ¡espera un poco! (aquí esperar un poco es difuso y los niños tienen una concepción distinta del tiempo a la de los adultos) es mas bien enseñar a cómo esperar: “iremos al parque cuando hayas terminado de colorear ese dibujo” o “cuando hayas terminado de organizar tus juguetes iremos al parque”, “después de la comida vamos donde los abuelos”, se puede poner también una canción y decir que cuando se termine ya habrá pasado el tiempo, o con una alarma de una melodía agradable, o indicándolo en el reloj según la edad.

Realistas en el sentido que se puedan llevar a cabo, no vamos a decir que haremos algo si sabemos de antemano que no se va a poder realizar y utilizarlo para calmar a los niños porque aprenderían que esperar no tiene sentido.

4. Mensaje en positivo

Como mencionamos anteriormente, la motivación está muy ligada a las emociones, así la reacción de los niños ante esperar sea una “rabieta” nuestro mensaje no ha de ser que esperar es un “castigo” lo contrario, esperar es algo que te beneficia. Hay que intentar no asociar “castigo o condiciones” es muy distinto decir: “mira, cuando acabes de recoger los juguetes iremos al parque” en un tono agradable y alegre, a decir, “si no recoges los juguetes, no vamos al parque” en un tono amenazante. Evitar usar palabras como: eres impaciente, no sabes esperar, sé que no lo vas a hacer, nunca podemos ir al parque.

5. Distribución estratégica de la atención y creatividad

En el experimento de Mischel, se observó que los niños que tuvieron más autocontrol, recurrieron a estrategias como cantar, taparse los ojos, jugar con la silla, patear la mesa para distraer la atención de la nube. Con nuestros hijos podemos recurrir a lo mismo; más que centrarnos en la actividad que se pospone, podemos centrarnos en las actividades que se pueden realizar mientras se espera; no siempre han de ser “deberes” o “tareas de casa” pueden ser actividades que los motiven y emocionen de acuerdo a los gustos e intereses personales, por ejemplo, leer un cuento, pintar, bailar una canción o cantarla, clasificar fichas, algún juego de mesa, etc.; o actividades compartidas con los padres o hermanos. Aquí la creatividad y la imaginación no tiene límites, y se asocia el esperar con una emoción positiva.

6. Premiar por la paciencia

Reconoce los esfuerzos de tu hijo cuando observas que está esperando, puedes usar elogios, abrazos, atención, recuérdale lo bien que lo ha hecho y los beneficios que ha obtenido tras la espera. Cuando no lo haya logrado, reconoce lo poco que ha conseguido y anímalo a hacerlo mejor cada vez, tu también has de tener autocontrol y paciencia para enseñarlo.

 

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