Al inicio del estado de alarma muchas personas se enfrentaron a sentimientos de preocupación, miedo, ansiedad, tristeza y síntomas depresivos. Conforme ha ido pasando el tiempo muchos se han adaptado al estilo de vida del confinamiento, y el malestar ha ido disminuyendo. Ahora entrando en la desescalada, definido por las fases 0 a 3, una cantidad significativa de personas vuelven a experimentar un aumento en su malestar. 

¿Es una paradoja que la nueva libertad cree malestar?

Hay muchas razones por las que ocurre esto, aunque al principio puede parecer poco lógico. Podemos empezar por el artículo de la semana pasada que trató el miedo a salir. Nos hemos sentido protegidos en nuestras casas durante un tiempo prolongado. Cuando dejamos esa seguridad, nos exponemos a un posible contagio, pero también a lo que hay fuera de las puertas de nuestras casas: casi todo está cerrado, hay pocas personas y coches por las calles tipo cuidad fantasma, la gente con la que nos encontramos lleva mascarillas, guantes y algunos van equipados con el kit completo con ciertas semejanzas a los de los astronautas. Por tanto, hay mucho a lo que acostumbrarse y adaptarse.

En el siguiente enlace está el artículo completo: https://www.alaepsicologos.com/sindrome-de-la-cabana/

Otra razón del aumento del malestar que hemos observado como psicólogos, muy frecuente en personas con cargos importantes en relación con la lucha contra el Coronavirus. Una vez pasado lo peor, hay un poco más de espacio y tiempo para la persona. Ahora es cuando viene todo lo contenido a lo largo de las semanas anteriores. Hay personas que han soportado mucho estrés, pero estando en un estado de alerta, donde no se podían permitir parar, una vez que pueden viene todo lo acumulado, como si se abrieran las compuertas. Muchos se sorprenden, ahora que es el momento de relajarse, ¡por fin!, sienten de todo menos relajación. Sin embargo, el cuerpo es sabio. Si hemos estado expuestos a algo muy dificultoso o traumático, aquello necesita ser procesado y digerido para que podamos salir adelante enteros. 

Por otro lado, pero en la misma línea, la percepción de amenaza y peligro por el COVID-19 que hemos vivido ha absorbido mucha actividad tanto cognitiva como emocional. Ahora que la amenaza es menor, seguimos en alerta, pero se traslada a las consecuencias del Coronavirus y la cuarentena, relacionado con cómo será el futuro cercano y lejano. Igual que, por ejemplo, personal hospitalario, que no han tenido oportunidad de manejar lo vivido, muchos en su casa han tenido el foco en el peligro de la enfermedad, y en muchos casos, simplemente no ha habido espacio para integrar emocionalmente, a pesar de haber sido conscientes desde lo más lógico y racional, las repercusiones que nos vienen encima. Ahora contamos con ese espacio y por tanto la auténtica realización de lo que hay, y es una dura realidad que acoger. 

¿Ahora qué?

Lo anteriormente descrito se fundamenta en un mecanismo de defensa. Igual que el cuerpo es sabio, también lo es nuestra mente. Estamos hechos de una manera que nuestra mente va a tener en su “sistema operativo” sólo lo que podemos manejar para no desbordarnos. De ahí, la información que vamos recibiendo, a menudo irá bajando a nuestra vida emocional gota a gota. 

Este artículo tiene la intención de crear comprensión y consciencia en respuesta a una pregunta que muchos se hacen. Queremos normalizar las vivencias de muchos para que os tengáis empatía y podáis aceptar este hecho como algo habitual. Si entramos en un bucle de resistencia, cuestionando lo que estamos sintiendo y viviendo, o peor, no permitírnoslo, puede ser un proceso frustrado que se puede prolongar en el tiempo innecesariamente, enquistándose.

Si tú o alguien que conoces no va sintiéndose mejor pasado un tiempo, sería recomendable acudir a un psicólogo que pueda facilitar el camino.

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