A menudo nos encontramos con circunstancias que no podemos controlar o cambiar. Sólo hay que mirar la vivencia que hemos compartido y estamos compartiendo en la actualidad relacionada con la pandemia ocasionada por el Coronavirus. La cuarentena ha supuesto un reto importante para muchos, viéndose con las manos atadas en una situación no deseada. De la misma manera, en nuestras vidas y en el día a día aparecen situaciones sobre las que no podemos actuar. Todos hemos deseado que las cosas fueran diferentes, que nuestro pasado hubiese sido más grato o que una persona fuera de otra manera en algún momento o en muchos momentos.
Como psicólogos vemos personas que siguen luchando contra su pasado, traumas importantes, injusticias que no deberían haber ocurrido, como puede ser haber sufrido un accidente, ser víctima de un crimen, de bullying (acoso escolar o laboral) o de un progenitor maltratador físico o psicológico. Encima, estos eventos a menudo han tenido una influencia sobre quiénes son estas personas hoy día, causando más frustración. Mientras esas personas siguen en esos sucesos arrastran un pasado que tiñe su presente resulta difícil avanzar, pero no pueden cambiar lo que pasó.
Otras personas tienen dificultades consigo mismos, con quienes son, o con otras personas en su entorno. En nuestra consulta de psicología vemos personas tristes, enfadadas y frustradas porque, su pareja/sus padres/amigo/a actúan de una manera dañina para la persona que acude a terapia. Intentan explicar una y otra vez al otro qué es lo que está haciendo, y nada. Hacen todo para que el otro vea su perspectiva y motivarle a cambiar, y nada. La cosa sólo empeora, y hagan lo que hagan no pueden cambiar lo que está pasando.
Cuando los psicólogos introducimos el concepto de la aceptación, no tiende a ser bienvenida. No obstante, queramos o no, tenemos que aceptar que la aceptación es vital para nuestro desarrollo personal y vital.
Cuando no podemos cambiar algo, la aceptación es vital. En muchos casos la aceptación por sí sola no es suficiente, aunque en muchos otros lo es. Por ejemplo, en el caso de un trauma, según el trauma, quizá hay que revivir la situación, darle una experiencia emotiva diferente, o resignificarla (darle otro sentido desde otra perspectiva). Sin embargo, la aceptación es un paso importante y necesario independientemente.
Las personas tienden a tener connotaciones negativas asociadas a la aceptación. Sin embargo, aceptar algo no implica conformarse ni rendirse, sino es tomar una decisión activa de no intentar intervenir sobre algo que no podemos alterar. Por tanto, aunque no podamos cambiar las circunstancias externas, sí podemos producir un cambio interno. Dicho cambio implica dejar de pelear, luchar e invertir energía en lo estático. Es elegir a uno mismo y el máximo bienestar que la situación en mano pueda ofrecer. Asimismo, quizá tenemos que aceptar que nuestra pareja es de cierta manera y tomar decisiones sobre qué tenemos que hacer con ello ya que no podemos alterar a esa persona. Cuando aceptamos ese ser y estar, las opciones quedan claras: o me quedo con esa persona tal como es, y si no puedo estar con esa persona, pues no puedo estar. Una dolorosa realidad, pero es eso, la realidad.
Cuando nos permitimos aceptar, nos liberamos de frustraciones, ansiedad, miedo, tristeza y/o rabia, y se instala la calma. Desde ahí tenemos mayor libertad de movimiento, podemos avanzar en otras direcciones. Por otro lado, la no aceptación nos lleva al estanque, refuerza el conformismo y puede llevar a un estado de indefensión más generalizado, es decir la sensación de incapacidad de cambiar lo que nos ocurre se expande a otras áreas en los que sí tenemos el poder del cambio.