El diálogo interior – el susurro de mensajes
Todos creemos saber qué pensamos, y en grandes rasgos es cierto. Sin embargo, hay pensamientos que consideramos 100% certeros y válidos, que ni siquiera les prestamos atención. Son pensamientos fugaces, pero con una fuerza tan importante que repercute en nuestras emociones y consecuentemente en nuestra conducta, a menudo sin que nos demos cuenta del origen del malestar. En términos psicológicos se llaman Pensamientos automáticos.
Ejemplificando: Estamos realizando una tarea que se nos complica, parece que no vamos a saber resolverla. En ese momento pueden pasar diversos pensamientos por la cabeza, como una voz silenciosa susurrando: “Qué torpe soy”, “Nunca podré hacerlo”. Esos mensajes intrínsecos provocan malestar: ansiedad, tristeza, rabia, y esas emociones tendrán su repercusión conductual: dejar de hacer la tarea, o peor, no atrevernos con tareas semejantes en el futuro.
El hecho de dejar la tarea refuerza tanto la cognición (lo que hemos pensado) como la emoción (cómo nos hemos sentido), y así confirmamos que somos torpes e incapaces: etiquetándonos de forma nociva y limitándonos en nuestras vidas, ya que esa visión luego se extiende a otras áreas.
¿Cómo conozco mis pensamientos automáticos?
Como hemos visto: son fugaces, los tomamos como ciertos, y a menudo no nos damos cuenta de los mismos. Entonces, ¿cómo podemos detectar esos pensamientos? La clave está en aquello que viene a continuación y experimentamos de manera más intensa: “la emoción”. El hecho de sentirnos mal es la consecuencia del pensamiento. Por ello, si sentimos malestar, estaría bien preguntarnos: ¿Qué estaba pensando cuando empecé a sentirme mal?
¿Y ahora qué? ¿Qué hago con estos pensamientos una vez que los detecto?
Los ponemos a prueba, ¿realmente es cierto que soy torpe e incapaz? ¿O simplemente se me está resistiendo la tarea? Puedes mirar qué logros has tenido en tu vida, seguro que hay muchos por los cuales te sientes orgulloso de ti mismo. O incluso, puedes sentarte un minuto y repasar tu día, seguramente puedes encontrar varios momentos en los que has sido muy hábil.
Otra forma de cuestionar estos pensamientos es pensar que si fuera otra persona a la que se le había resistido la tarea, ¿habrías pensado que esa persona es torpe?, ¿pensarías que no debería realizar un segundo, tercero, cuarto o quinto intento?
Y si vamos más allá…
Aparte del hecho de darnos cuenta de la negatividad que estos pensamientos nos prolifera por el cuerpo, también se puede llegar a una reflexión: a menudo somos muy duros con nosotros mismos, más que con otros, y nuestros jueces internos pueden ser los peores jueces. Sin embargo, así como en determinados momentos el diálogo interno puede ser un “enemigo”, puede convertirse en un “aliado”.
Podemos enfatizar los pensamientos positivos de los que todos disponemos, darles voz, incluso en voz alta. Rara vez nos permitimos el lujo de decirnos lo bien que hemos hecho algo, reconocer nuestras calidades personales y logros. ¿Alguna vez te has mirado en el espejo y te has dicho: “te quiero”?
Tenemos en nuestras manos recursos, podemos elegir. Por una parte, siendo conscientes de nuestros mensajes nocivos y cuestionándolos, y por otra parte, dando más espacio a los “auto-halagos”, podemos avanzar en el camino hacia el amor propio.