¿Es mi hijo adicto a las pantallas?

¿Es mi hijo adicto a las pantallas?

Una de las quejas más comunes de los padres, con la que nos encontramos en consulta, es que los hijos/as puedan ser adictos a las pantallas. A lo largo de este artículo vamos a ir aprendiendo como saber si el uso de pantallas de tu hijo/a es realmente un problema o no. 

Los smartphones, los ordenadores y un gran abanico de pantallas, forman parte de nuestro día a día, y, por lo tanto, de la vida de los niños y adolescentes. Son parte de nuestro ocio, de nuestra comunicación, de la educación…casi todo pasa por una pantalla, especialmente hemos sido conscientes de esto durante la cuarentena. Hasta aquí es algo normal, pero ¿cómo podemos saber si el uso es abusivo o no? ¿dónde está el límite? 

Durante las sesiones, a menudo, escuchamos a padres quejándose sobre la dificultad de quitar el móvil a sus hijos. Los padres y madres insisten en que “esto no puede ser bueno, mi hijo es adicto a las pantallas”. Tenemos que tener mucho cuidado a la hora de patologizar una conducta. Que los niños/as quieran pasar más tiempo con el móvil del que a sus padres les gustaría o quejarse cuando se le quita la pantalla no tiene que ser una adicción necesariamente. 

¿Cómo podemos identificar o saber si nuestros hijos son adictos a las pantallas?

La clave está en preguntarnos sobre el impacto o las consecuencias que éstas tienen en su vida. Esto quiere decir que tenemos que ver si el uso de internet está afectando negativamente, por ejemplo, al sueño, al estado de ánimo, a las actividades, al colegio, a las relaciones con los compañeros/as… Intenta responder de forma realista a lo expuesto anteriormente, teniendo en cuenta todas las variables.  

Es importante saber que, normalmente, el uso excesivo de las pantallas es más un síntoma que la causa de un problema. Como, por ejemplo, algunos adolescentes están continuamente mirando las redes sociales porque buscan una tranquilidad o aprobación o utilizan las pantallas como forma de calmar la ansiedad o como forma de huir en una situación social donde están incómodos. Por todo esto, decimos que es importante ver que hay detrás de esa posible adicción a las pantallas.

¿Cómo administrar el tiempo de la mejor forma posible?

Esta es una pregunta muy difícil de responder, porque hay que conocer cada caso en particular y, así, adaptarse y buscar diferentes soluciones en función de la edad del menor y del grado de “adicción”. Pero si que podemos poner unas normas y límites con respecto a su uso. 

Los menores, normalmente, funcionan mucho mejor con reglas y rutinas claras y consistentes. Saben esperar, y es más probable que entiendan y obedezcan cuando hay unas normas claras y justas. Además, ayuda cuando se les hace partícipes del establecimiento de esos límites y normas. En el caso de que haya más de un adulto involucrado, a los menores les da seguridad y es menos confuso para ellos, que los adultos estén de acuerdo y apliquen las mismas reglas con respecto al uso de internet. 

Como dijimos antes, las pantallas forman parte de nuestra vida, intentar vivir sin ellas, es algo complicado. Por ello, es importante enseñar a nuestros hijos a manejar las pantallas de una forma saludable, donde ellos/as sean responsables de su uso, en lugar de prohibir. A continuación, os proponemos algunos pasos a seguir: 

  1. Tratar de entender a tu hijo y el uso que hace de las pantallas: invita a tu hijo a que te enseñe su actividad favorita online, comparte tiempo con él/ella. 
  2. Crea o busca alternativas para hacer sin pantallas: uno de los problemas a día de hoy, es que casi todo lo encontramos online, por eso es difícil separarnos del ordenador, móvil… A los menores les ayuda más reemplazar que prohibir. Ten en cuenta los gustos de tus hijos y busca actividades alternativas en pareja, en equipo o en solitario. 
  3. Se un buen modelo: las conductas coherentes son un espejo donde nuestros hijos/as se reflejan. Es decir, si miramos el móvil mientras comemos, no podemos exigir a nuestros/as hijos/as que no lo hagan. 
  4. Establecer unas normas claras: donde esté bien establecido el horario y uso de las pantallas. 

Como hemos dicho anteriormente, lo más importante es no patologizar cualquier conducta. Ante todo, es intentar entender por qué necesita pasar tantas horas delante de una pantalla, dejando de lado el resto de obligaciones o actividades de ocio. En el caso de que veamos que el uso de redes sociales, juegos online… está interfiriendo en el correcto desarrollo o en el día a día del menor, o hayamos intentado ponerle solución de todas las formas posibles y nada cambia, es importante buscar ayuda profesional. 

Un poco de egoísmo quizá no sea tan malo

Un poco de egoísmo quizá no sea tan malo

El egoísmo tiene una connotación negativa, ser egoísta no es nada bueno en nuestra sociedad. Se suele entender que implica pensar en uno mismo, incluso poner a sí mismo primero y anteponer los propios deseos a los ajenos. Si vuelves a leer la última frase con un ojo crítico, pregúntate si eso realmente suena tan terrible. Piensa en alguien que quieres mucho (un hijo, una amiga, un progenitor, por ejemplo), ¿le dirías “piensa en los demás primero, luego en ti mismo” o “intenta complacer al mundo y después atiendes a ti mismo”?

Realmente si lo planteamos como tal, nos ponemos en una posición casi imposible. Muchas personas viven por y para los demás, buscando amor y aceptación, adoptando una identidad de generoso, afectuoso, buen amigo/a, esposo/a, en definitiva, una buena persona. No obstante, con frecuencia puede ser jugar a la ruleta rusa adivinar cuáles son los deseos y necesidades ajenos y no siempre vamos a acertar. ¿Ahora qué? Además, requiere muchos recursos intentar agradar a todo el mundo, todo el tiempo y tantos deseos diversos, a veces incompatibles. 

Una definición más adecuada del concepto egoísmo podría ser: 

“El término egoísmo hace referencia al amor excesivo e inmoderado que una persona siente sobre sí misma y que le hace atender desmedidamente su propio interés. Por lo tanto, el egoísta no se interesa por el interés del prójimo y rige sus actos de acuerdo a su absoluta conveniencia.”

Si nos fijamos en las diferencias entre la definición en el primer apartado y este último, se introducen palabras que regulan: amor excesivo e inmoderado, atender desmedidamente el interés propio, no se interesa por el otro, y se rige por su absoluta conveniencia. 

Por tanto, el camino es encontrar un equilibrio entre el yo y el otro. No se trata de desatender a los demás, pero tampoco a uno mismo. Posiblemente desde este planteamiento podemos ir soltando la culpa que a veces se asocia a ponerse a uno mismo primero. 

El “egoísmo” como autocuidado

Como psicólogos cuando trabajamos con ciertos colectivos que tienden a anteponer los demás a sí mismos y se dan cuenta que la ecuación no le suma, ni a ellos y a veces tampoco al otro, exclaman: “¿A partir de ahora voy a ser más egoísta!” a lo que la psicóloga puede responder: “¡Estupendo!, ¿qué te parece llamarlo autocuidado?”. 

Ponerse a sí mismo primero no es un capricho, es una necesidad en muchas ocasiones. Si has volado, quizá te acuerdes de las instrucciones referidas a las mascarillas de oxígeno: debemos colocarnos la mascarilla antes de ponerlo a otra persona, incluso si se trata de un hijo. ¿Porqué? Simplemente, hay una mayor probabilidad de que tanto el progenitor como el niño salgan bien del escenario. No hay diferencia de esta escena a otras que se nos presentan en tierra. 

Asimismo, si un padre o una madre no se cuida, no cumpliendo con sus propias necesidades, quizá pueda haber una mayor cantidad de tiempo de interacción, pero la calidad puede ser pobre. Esto se puede generalizar a todas las relaciones interpersonales. De ahí, incluso podríamos plantear el autocuidado como algo esencial, algo beneficioso para todos involucrados, lo justo para todos. Hay que cargar las pilas interiores para estar de forma satisfactoria para otros. 

Trata a los demás como quieres ser tratado –  trátate a ti mismo como quieres que te traten

La primera parte la conocemos bien, pero no siempre da el resultado deseado. Es decir, porque somos generosos y atentos con otras personas, que no lo son necesariamente con nosotros, lo cual puede causar frustración, tristeza, confusión o rabia. Si miras a tu alrededor quizá se hace palpable que la relación no es tan estrecha como quisiéramos, no todas las personas buenas reciben un buen trato. Ahora fíjate en las personas que se cuidan, que se anteponen a otros en ocasiones o muchas ocasiones, con una frecuencia alta podemos observar que estas personas enseñan a los demás como tratarles, que es de la misma manera que ellos se tratan. 

Para encontrar ese equilibrio entre lo interpersonal e intrapersonal podemos empezar por el autocuidado, sin alterar cómo nos comportamos con otros. Plantéate qué cosas son buenas para ti, lo que te hace sentir bien. Puede ser dedicar tiempo a un hobby o al deporte, socializar con otras personas, permitirnos un rato unas veces por semana de lectura. 

Un planteamiento que pueda servir en dicho equilibrio puede ser el siguiente planteamiento: si dando quitas de ti mismo para dar al otro, estás dando demás. 

Un cuento sobre la resiliencia y cómo desarrollarla

Un cuento sobre la resiliencia y cómo desarrollarla

Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y lo difíciles que le resultaban las cosas. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro. Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.

La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a su hija le dijo: “Querida, ¿qué ves?”, “Zanahorias, huevos y café” fue su respuesta.

La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija preguntó: “¿Qué significa esto, padre?”

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos; después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.

“¿Cuál eres tú?”, le preguntó a su hija. “Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? ¿Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.”

¿Qué es la resiliencia?

A lo largo de nuestras vidas nos encontramos con una multitud de experiencias desagradables e indeseadas. Ejemplos de eventos de este tipo pueden ser la pérdida de un ser querido, tener un accidente o una enfermedad, problemas importantes con la pareja, familia o amigos. El ejemplo más actual podría ser la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, que pone de manifiesto la dificultad de eliminar o controlar el evento aversivo. Sin embargo, sí podemos ejercer control sobre cómo nos enfrentamos al mismo: como la zanahoria, el huevo o el café. El café representa la resiliencia, la cual se define como la capacidad de sobreponerse ante la adversidad y recuperarse sin que haya un cambio permanente negativo en el ser de la persona o colectivo afectado. 

La resiliencia trae consigo muchos beneficios, siendo la primera que nos ayuda a superar dificultades. También se ha visto que las personas resilientes gozan mejor autoestima, tienden a tener mayor éxito a nivel de estudios o laboral, suelen ser optimistas y juzgan menos a sí mismos y a los demás. Por ello, la resiliencia aporta mayor salud a nivel general y felicidad. 

¿Cómo se desarrolla la resiliencia?

La buena noticia es que hay muchas cosas que podemos hacer para construir y fortalecer nuestra propia resiliencia. A continuación recogemos algunas posibilidades:

1.- Crea una red social de apoyo. Tener personas en las que encontrar apoyo, tanto dentro como fuera de la familia, proporciona@0 una mayor estabilidad cuando nos encontramos con dificultades. Sin embargo, requiere también que la persona se abra a los demás y acepte su ayuda. Pensar que pedir ayuda es una debilidad o que nos hace vulnerables, sería contraproducente para desarrollar la resiliencia. 

2.- Acepta el cambio. El cambio a veces es inevitable, podemos pelear con él, decir que es injusto, que no debería ser así, y a menudo es cierto. No obstante, esa pelea no nos sirve de nada y sólo lleva a la desadaptación, prolongando un proceso necesario que finalmente tiene que llevar a la aceptación. No aceptación conlleva estancamiento, aceptación nos lleva al avance. Poder decir “es lo que hay” en estas circunstancias no implica rendirse, es una decisión activa que nos permite centrarnos en otros ámbitos de nuestras vidas sobre las que sí tenemos control. 

3.- Cuidado con tus pensamientos. Si planteamos el cambio como algo insuperable, es altamente probable que iremos creando precisamente ese escenario. Ahora con el COVID-19 circulando entre nosotros, como psicólogos hemos escuchado muchas personas decir que la vida nunca volverá a ser la misma. Primeramente, hay que preguntarse qué es lo que cambiará de forma tan permanente y si ese cambio tiene porque ser malo en el caso de darse. Si sólo miramos atrás un mes o dos, la cuarentena parecía durar por y para siempre. Ahora pasadas unas semanas en otras circunstancias, el confinamiento para muchos parece algo muy lejano en el tiempo. 

4.- Auto-cuidado. El cuidarse favorece la resiliencia. El ejercicio y una alimentación equilibrada nos permite contar con las mejores circunstancias ante un evento aversivo, al tener tanto el cuerpo como la mente “a punto”. De la misma manera, realizar actividades placenteras y algunas dirigidas a la relajación fomenta la estabilidad personal. Toda actividad de autocuidado, además, son recursos a los que podemos echar mano en una situación difícil. 

5.- Metas y motivación. Tener metas nos permiten tener una dirección en la vida que nos motiva a ir hacia adelante. En tiempos difíciles esas metas pueden ser como velas en la oscuridad, dando algo de luz en la situación. 

6. Usa la imaginación para bien. Es muy fácil imaginarse nunca volver a estar bien, los escenarios mas catastróficos y deprimentes, casi vienen por automatismo. Lo que no viene tan automáticamente es imaginarse salidas o posibilidades positivas y favorecedoras. Tomando perspectiva de cómo estaremos en unos años (el ahora y el próximo tiempo no van a ser los mejores, un hecho lamentable pero necesario para elaborar el trauma) podemos imaginarnos sintiéndonos bien, fuertes por haberlo superado, con una vida placentera de nuevo, sonriendo. Esa imagen puede incrementar la motivación para ir trabajando hacia delante cuando sientes que la vida te tira para atrás. 

7. Recuerda que ya has logrado superar ciertas cosas, confía en ti. Todos hemos pasado por situaciones difíciles, y la gran mayoría las ha superado. Algunas cosas nos pueden parecer triviales y por tanto inigualables a lo que estamos viviendo, pero ¿cómo fue el dolor cuando tu primer/a novio/a terminó contigo? Quizá fue intenso, insuperable para algunos… pero llegaron a estar bien, y lo estarán esta vez también, con tiempo y trabajando lo ocurrido. 

Esperemos que os haya resultado enriquecedor este artículo. No dudéis en contactar con nuestros psicólogos si queréis algún tipo de información o si tenéis preguntas.

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