Llevamos ya un tiempo viviendo con restricciones a nivel de movimiento, una situación para muchos muy surrealista y difícil de asumir. Muchos psicólogos, nosotros incluidos, nos hemos dispuesto corriendo a facilitar pautas que puedan aligerar el aislamiento, pero desde un enfoque paliativo, intentando minimizar el malestar resultante de una situación desagradable y no deseable. No obstante, como todo, hasta el confinamiento tiene diferentes perspectivas y dimensiones.
Por muy sorprendente que pueda resultar, están los que viven la cuarentena como un suceso positivo a nivel personal. Debemos recalcar que a nivel colectivo el Coronavirus obviamente produce estragos devastadores: muchos fallecimientos, más enfermos, problemas económicos y las consecuentes preocupaciones, por mencionar algunos. De ninguna manera pretendemos minimizar estos efectos del COVID-19. No obstante, separando factores, aislando lo que es el confinamiento en sí en este artículo, el aislamiento no tiene porqué ser algo necesariamente desagradable, o desagradable en su totalidad.
El Coronavirus y el aislamiento ofrecen un parón en nuestras vidas. Un parón en sí es algo neutro, ni bueno ni malo. En este caso es habitual que veamos este parón como una limitación, limitación de nuestra libertad. No obstante, ¿nuestra vida habitual permite más libertad? Y, ¿cómo definimos libertad?
¿Cuántos hemos pedido tener todo el tiempo en el mundo? ¿Cuántos hemos deseado tener más tiempo para lo que queremos hacer y menos para lo que debemos hacer? Pues, quizá si vemos la cuarentena como una oportunidad de manejar nuestro tiempo más en consonancia con como quisiéramos, podamos encontrar otro tipo de libertad, separándolo de la necesidad de movimiento.
Hay que tener en cuenta que, a pesar de la incertidumbre actual, no tenemos ni idea de cómo va a evolucionar el Coronavirus, lo que sí podemos afirmar es que acabaremos con él, tarde más o tarde menos. Frecuentemente la manera en la que pensamos respecto a nuestras vidas habituales es como podamos ver una relación tras una ruptura: idealizada y sin tener en cuenta lo que no andaba bien entre ambos. Muchos se imaginan el momento cuando empezamos a saborear la “normalidad” como algo maravilloso y no pueden esperar a que llegue. Sin embargo, lo que llegará es lo que había antes, la rutina, las obligaciones: levantarse temprano para llevar los niños al colegio, volver al trabajo o los estudios, correr para hacer la compra e ir a casa para cocinar etc. También llegará el poder pasear, salir a comer y reunirnos con nuestras amistades. Hay que tener en cuenta todo el escenario.
Sabiendo entonces que en algún momento volverá la vida tal como la conocemos, ¿qué te gustaría ver mirando hacia atrás de este momento tan destacado en nuestras vidas? Personalmente quisiera recordar tranquilidad y relajación, un ritmo diferente, nada de correr. Quiero introspección, conexión con familia y amigos, hacer lo que nunca busco tiempo para hacer (lecturas placenteras, baños calientes, pintura, escritura o no hacer absolutamente nada), poder hacer una actividad que normalmente guardaría para el fin de semana un miércoles (como una película en familia). Mi meta es fluir, aprovechar y disfrutar lo que mi “otra vida” no me permite o dificulta. No tengo intención de ser especialmente productiva, ya tendré tiempo para producir y rendir, para eso siempre habrá tiempo. Creo que parte de mi echará de menos la cuarentena y recordaré muchos momentos con cariño y añoranza, y también recordaré que hubo momentos que eran un auténtico coñazo. Quiero vivir esta experiencia y ver dónde me lleva, quizá a ningún lugar, quizá sólo queda en una pausa, o quizá algo más.